Historias de Pekín
Un ojo que pinta una página de tiempo,
2017–18
Cuando uno se enfrenta al ruido urbano, multitudes y calles amplias y poco atractivas al llegar a Pekín, naturalmente busca tranquilidad y belleza en diferentes espacios urbanos de la ciudad. Es únicamente al deambular sin rumbo que uno puede ralentizar el paso y descubrir estos entornos de mayor relevancia y resonancia.
El narrador
Él [El ritmanalista] escuchará al mundo, y sobre todo a lo que despectivamente se llaman ruidos, que se dicen sin sentido, y a los murmullos, llenos de sentido, y finalmente escuchará los silencios.
Henri Lefebvre, Rítmica de lo urbano, 2004, p. 29.
La vitalidad de las arterias principales de Pekín, contrastada con los ritmos más pausados de los callejones, los parques y algunas zonas culturales, me ha inspirado como observador extranjero para crear diez relatos cortos que exploran mi relación íntima con la ciudad durante mis primeros tres meses. Cada historia fue desarrollada en un espacio urbano específico de Pekín, capaz de sumergirme en un estado de paz dentro de su caos acelerado y multisensorial. Para cada historia, he capturado sonidos e imágenes en movimiento para producir un video de dos minutos, sentando así las bases para una poesía escrita en inglés, traducida y leída en chino. Esta serie ha ofrecido una evolución en mi experiencia personal como individuo en la ciudad, invitando a otros a reflexionar sobre lugares cotidianos donde encuentran su propia sensación de calma.
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A lo largo del proceso, deambulaba durante horas hasta que un lugar captara mi atención para una historia, regresando allí tantas veces como fuera necesario con mi cámara y grabadora de sonido para capturar el área como un teatro abierto de atmósferas contrastantes, donde sujetos interactuaban ante mí sin saberlo. En casa, editaba los vídeos, saliendo de nuevo si faltaba alguna toma, y procedía a escribir un texto breve que mi esposa traducía y leía antes de pasar a otro vídeo. Como observador, nunca tuve la intención de crear cortometrajes o escribir historias, pero sentía la necesidad de capturar mis impresiones iniciales de la ciudad como lugar de extrañamiento con un medio que pudiera combinar sonidos, palabras e imágenes. Lefebvre creía que el ritmanalista también podía ser poeta, ya que ambos descienden a las calles de la ciudad para participar en acciones verbales que tienen un respaldo estético y, en este proyecto, yo compartía esa creencia de capturar lo momentáneo mientras buscaba sentido y memoria.
El resultado fue un cortometraje de veinte minutos, donde cada historia explora temas y sentimientos sobre la naturaleza, la cultura, la movilidad, la memoria, la historia, el ocio, la comunicación y otros campos que vinculan al individuo con la experiencia colectiva de la ciudad. Por ejemplo, en el primer video, "Una Pequeña Hoja", narré mi sensación de desapego—una hoja separada de su árbol, a la deriva en la inmensidad de Pekín, anhelando descanso y respiro. El Parque Qing Feng cerca de Dawanglu, donde grabé el video, no tenía ningun interés particular, sin embargo, sirvió como santuario que solía visitar en mi primer mes, después de mis clases de chino. En el tercer video, "El timbre de la Bicicleta", mostré el cambio en ritmos y sonidos entre las calles principales del área de Dongsi y los hutongs adyacentes, donde reinaba el silencio y la única presencia constante era el sonido de las bicicletas. A medida que seguía, filmaba espontáneamente momentos de calma cada vez que podía pasear a mi ritmo, sin ser molestado, o cuando me llamaba la curiosidad, ya sea provocada por los tejados de la Ciudad Prohibida, el ambiente animado de un mercado chino o el trabajo de un recolector de cartón en la entrada de mi edificio. Para cada video, se necesitaba un cambio de ritmo de lo mecánico a lo natural, junto con la búsqueda de belleza en medio de la vasta fealdad de la arquitectura moderna. La repetición también sirvió como estructura, permitiendo la colección y clasificación de planos que mostraban paredes, bicicletas, letreros de calles, alimentos o personas ejercitándose, dependiendo del elemento repetido que se pretendía mostrar.
Si se encuentra en China, es posible que deba activar su VPN para ver este video.
El flâneur
La multitud es su elemento, como el aire para los pájaros y el agua para los peces. Su pasión y su profesión le llevan a hacerse una sola carne con la multitud. Para el perfecto flâneur, para el observador apasionado, es una alegría inmensa establecer su morada en el corazón de la multitud, entre el flujo y reflujo del movimiento, en medio de lo fugitivo y lo infinito. Estar lejos del hogar y aun así sentirse en casa en cualquier parte, contemplar el mundo, estar en el centro del mundo, y sin embargo pasar desapercibido —tales son los pequeños placeres de estos espíritus independientes, apasionados, incorruptibles, que la lengua apenas alcanza a definir torpemente. El espectador es un príncipe que vaya donde vaya se regocija en su anonimato.
Charles Baudelaire, El pintor de la vida moderna, 1863, p. 9.
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El cortometraje ha reflejado mi condición personal como un extranjero que busca adaptarse a la vida cotidiana de la ciudad, reinventándome en lugares y experiencias mientras la ciudad, a su vez, se recreaba a través de mis sentidos. Así, me convertí en un flâneur baudelairiano de una era posmoderna; un poeta solitario con un ojo atento que deambula por las calles de Pekín, produciéndo narrativas estéticas de detalles locales. Como empirista, mi cuerpo se ha dejado llevar por la vivacidad contrastada de la ciudad antes de representar mi experiencia personal mediante vídeos. En este sentido, se podría hacer una analogía entre las primeras impresiones contrastadas vividas por un occidental que vive en Pekín y las de una persona china que vive en una ciudad occidental. ¿Cómo extraerse y encontrar la calma en una nueva ciudad tumultuosa?
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El proyecto no solo marcó mi llegada a la capital a finales de 2017, en un momento en el que todo parecía ligeramente surrealista, sino que también inició una serie de trabajos visuales donde la observación prevalecía sobre la acción. Aunque los vídeos revelaron mi estilo amateur en filmación, escritura y edición, con imperfecciones evidentes, buscaron demostrar que la ciudad moderna, con su belleza efímera y frágil, estaba intrínsecamente conectada al sentimiento humano atemporal de insignificancia. La imponente presencia de la ciudad a veces podía generar una sensación de sentirse perdido entre la multitud, y solo la mente curiosa e independiente puede sentirse liberada al crear narrativas que afirman su propia existencia. De forma similar, el sentimiento nihilista de no existencia también podía convertirse en placer dentro de la ciudad, como cuando escribí: "Una vez solo, me siento muy pequeño; una huella, una sombra y nada más". Puede parecer paradójico disfrutar y sufrir al mismo tiempo de sentimientos abrumadores de vacío y reconocer la expendabilidad propia mientras se intenta existir contando historias. En este sentido, el cortometraje, aunque demasiado ambicioso para un artista y subjetivo para un investigador, fue un paso significativo en entender que para representar la ciudad no se necesitaba abarcar diez áreas diferentes simultáneamente, como si la ciudad fuera de un tamaño manejable cuando no lo es, sino que podría hacerse a una escala más pequeña dentro de una sola área, al tomar una y sola calle como estudio de campo.
Noticias
Presenté este proyecto entre otros trabajos en una entrevista de treinta minutos para el programa televisivo "¿Qué hay de nuevo en China?" de CGTN (2019).