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Coleccionar

Una serie de reflecciones

Coleccionar es una práctica apasionante que requerirá una serie de textos escritos a diferentes momentos. He aquí el primero de ellos, un tipo de introducción.

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Colección de sellos

Mi abuelo chileno, Fernando Verbal Hewstone, coleccionaba sellos, o estampillas, y heredé de ellas cuando falleció el 6 de mayo de 2019 en Santiago. Las tenía guardadas en seis sobres junto con unos billetes rusos y chilenos, unas ilustraciones de Navidad y de Pascuas, la tarjeta de bautismo de una de sus sobrinas, el todo guardado en una bolsa de plástico en la que escribió “sellos postales”. Como parte del archivo familiar, aquella colección de mi abuelo cuenta con 594 sellos, algunos repetidos y muchos enganchados a un trozo de papel, al sobre que le era destinado. De ahí, el valor sentimental que le otorgo a la colección al saber que algunos sellos eran de sobres enviados por mis padres en los años noventa, cuando se conocieron en Birmingham antes de que yo naciera, y más tarde desde Francia y España de los noventa a los dos mil. Según mi abuela, mi abuelo tuvo una colección mucho más grande cuya historia me contó recientemente por email, el 8 de agosto de 2021, después que le pregunté al respecto:

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La afición a la filatelia viene del abuelo materno de Fernando, don Humberto Hewstone, cuando él falleció parece que el heredero a dicha afición fue tu abuelo, que era su nieto preferido, ya que compartían dormitorio cuando don Humberto se quedaba largas temporadas con ellos luego que enviudó. Después que nos casamos ese álbum llegó con sus cosas, su abuelito había muerto hacia unos 6 años, más o menos. Fernando cuidaba su álbum y cada tanto revisaba los sellos. Luego sucedió que en un apuro económico tu abuelo vendió con pena algunas muy valiosas que eran de un siglo atrás, compró un álbum nuevo y se entretenía en revisarlo. […] En algunos de sus viajes Fernando traía sellos, muy bonitos e iban al lugar de siempre, al álbum.

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Muchos años después, cuando mis abuelos se divorciaron, mi abuelo dejó su álbum en el apartamento de mi abuela. Para ella, los gastos mensuales incrementaron y tuvo que hacer una vida muy austera. Un día vendió las joyas de su madre y los sellos de mi abuelo ya que no tenía ningún interés en estos últimos. Mi abuela dice que es probable que la hayan engañado con la cotización del álbum ya que le dijeron que no había sellos valiosos, aunque sí había unos 'muy antiguos'. Al fallecer mi abuelo, se llevó con él las verdades de su colección. Puedo hablar de él como abuelo, pero no como coleccionista y tampoco puedo hablar de la forma en la que coleccionaba. Ahora bien, con la porción que tengo de su colección, tampoco sabré las historias personales que esconden los sellos, aunque puedo adivinar algunas, pero adivinar sería quedarse a jamás retenido en un imaginario que nunca se verá confirmado en la realidad.

Después de introducir el tema de la colección con una historia personal, me gustaría situarla en un contexto social más amplio. Si por ejemplo uno lee la frase: “El coleccionista colecciona para su colección”, nos permitiría estudiar el tema bajo diferentes puntos de vista. El sujeto es el coleccionista, el verbo es coleccionar y el nombre común es la colección. Las colecciones son fascinantes por su impacto visual, material, sentimental e histórico, por la unicidad del objeto y su relación con los demás. Por otro lado, existen varios tipos de coleccionistas, interesantes de observar y entrevistar por los motivos que los llevan a coleccionar, por los métodos utilizados y la experticia adquirida, así como por las historias que tienen por contar. A su vez, coleccionar es un comportamiento social complejo, que se define en una secuencia de verbos tales buscar, informarse, encontrar, adquirir, restaurar, clasificar, ordenar, mostrar, mantener, hasta que se repita el ciclo en una progresión aparentemente cronológica (McIntosh and Schmeichel, 2004: 86). Es un proceso de trabajo que tiene sus rituales, que uno establece con la práctica y que se ajusta a las necesidades de la colección. Coleccionar es una pasión en la búsqueda, pero también el contemplar y cuidar de la colección con un sentido de sacralidad (ibid: 92), como cuando se gira la página de un álbum de sellos o se mira a una serie de objetos alineados en una estantería. Coleccionar es un trabajo introspectivo, meditativo, “un intento de satisfacer necesidades personales” (ibid: 95), que también puede involucrar a los demás, haciéndoles partícipes de la práctica o como simples observadores que sabrán apreciarla y conversar de ella en grupo.

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En ‘el sistema de objetos’ (1996), Baudrillard explica que “coleccionar es cualitativo en su esencia y cuantitativo en su práctica” (1996: 94) ya que un objeto es coleccionado por sus cualidades singulares y luego es puesto en relación con los demás objetos de la colección, incitando al coleccionista a seguir buscando para obtener una serie, como por ejemplo una serie de sellos chilenos, sellos de cartas enviadas por mis padres, sellos del año 1986. Por otro lado, en la relación colección-coleccionista, Baudrillard explica que el objeto coleccionado funciona como un espejo que reenvía una imagen de deseo y no la imagen real de uno mismo, ya que los sellos de mi abuelo muestran su deseo por ellos y le habrán reenviado una imagen de él distinta de la que podría haberle reenviado una persona. Además, un coleccionista no colecciona artículos porque sean útiles sino porque encajan en la colección como objetos estéticos que contemplar. Según Diken y Laustsen, su valor ya no es “valor de uso” sino “valor de colección” (2020: 4). También suponen que coleccionar dicho valor podría ser para llenar un vacío, no por una falta de cosas, sino una falta fundamental en el ser (ibid: 6) como si, en un caso extremo, coleccionar fuera una consecuencia a la falta de sentido de nuestra existencia.

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La colección vive a través de una persona y cuando ella muere los objetos permanecen en el mundo físico, a menos que se tiren o separen, y la colección sobrevivirá si alguien tiene la voluntad de seguirla. La colección es una solución material a nuestra búsqueda de trascendencia. Mi abuelo vive a través de su colección ya que fueron sus sellos y en ellos residen una parte de él. Seguramente pensó lo mismo de la colección de su abuelo y fue una razón de seguirla viéndola como una transmisión material que también fue inmaterial. En el contexto actual en el que vivimos, los emails y mensajes móviles han remplazado las cartas manuscritas y seguir su colección de sellos se volvería una tarea complicada, siendo mejor dejarla como está ahora en el recuerdo, con su valor sentimental. Para Woodham et. al (2019: 11) "los objetos son muy importantes en la historia personal y juegan un papel especial en la creación y transmisión de la identidad familiar" conectando a los nietos con la genealogía familiar y permitiéndoles desarrollar su identidad individual (ibid: 5). Luego, hay colecciones que no tienen ese afecto familiar y se desapegan de sus coleccionistas ya que el valor de los objetos en sí sobrepasa a cualquier individuo, como podrían ser las colecciones de obras de arte, las colecciones científicas, o las que tienen un valor de interés cultural sean reliquias de guerra, de un actor, entre otros. Por ende, me interesaré más bien por las colecciones de particulares y de objetos del cotidiano, buscando recopilar historias que ilustren al coleccionista, su colección y sus métodos de trabajo, revalorizando la necesidad de un mundo material enraizado cuyo valor reside en la identidad y experiencia de los objetos.

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Niño Desordenado. Cada Piedra que encuentra, cada flor que recoge, cada mariposa que atrapa es el comienzo de una colección, y ello a pesar de que todas sus propiedades forman para él una sola.

Walter Benjamin (Calle de sentido único, Edición 2016)

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Publicado: 6 de octubre de 2021

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